"Zahorí es una palabra con aires mitológicos, una figura y un concepto que los de mi generación reconocemos vagamente familiar, asociada a documentales antiguos de la 2 tipo "Jara y Sedal".
Los zahoríes, buscadores de agua, y por ende de vida, de riqueza y de sueños, han desparecido de nuestra vida, incluso de nuestro imaginario colectivo.
Para los más jóvenes esta exótica y extraña palabra poco o nada significará, en el mundo digital y visual que nos acecha, poca cabida hay para supuestos magos armados con varillas de madera.
Sin embargo, muchos de nosotros, sin ser conscientes, nos hemos convertido ocasionalmente en zahoríes 2.0, ávidos de acceso a las nuevas tecnologías.
En un reciente viaje al extranjero, un grupo de amigos del cual formaba parte, recorrimos pueblos rurales en busca de una buena señal de wifi que llevarnos al móvil.
Es tan jocosa como llamativa la creciente dependencia que experimentamos de las redes digitales, de la información y de la mensajería instantánea.
Si antaño el agua, cada día más escasa, era un bien procurado, hoy lamentamos con agrio descontento la privación de la conectividad constante e inmediata. Al igual que los hombres colonizamos implacables los continentes, ahora las antenas y los satélites colonizan todos los rincones para el intercambio de información. Van cayendo los muros del silencio y las redes digitales expanden su telaraña.
No obstante, según momento y circunstancias, sobreviene el apagón 2.0 y es aquí cuando, descolocados por la anómala situación, muchos nos transformamos en zahoríes modernos.
"No sin mi wifi" bien podría ser un lema que resumiera el sentir de muchos infoadictos.
El ser humano, adaptativo como ninguno, aunque no siempre sea consciente de este gran talento que atesora, demuestra que bien sea con una vara o móvil en mano, es una criatura en búsqueda perpetua.
La sequía, en cualquiera de sus expresiones, no es algo que acatemos con resignación.
¡Buscad, zahoríes, buscad!"
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