Director del grupo de investigaciones paranormales Hepta y uno de los radiestesistas más experimentados del mundo, el sacerdote jesuita José María Pilón ha colaborado en bastantes ocasiones con las Fuerzas de Seguridad del Estado en la búsqueda de individuos desaparecidos o incluso secuestrados por grupos terroristas.
En cierta ocasión, una persona se puso en contacto con Pilón para que localizara el paradero de un familiar con graves problemas psiquiátricos que se había escapado de un centro de salud mental en Ciempozuelos (Madrid). Empleando un mapa de España y su inseparable péndulo, localizó al enfermo en Zaragoza. Posteriormente, con un plano de la provincia dio con su paradero exacto: un domicilio de la capital del Ebro. Sus familiares se pusieron en contacto con el “fugado”, pero a los pocos días desapareció otra vez, por lo que el radiestesista repitió la operación, encontrándolo en el centro de salud mental de Ciempozuelos. Sin embargo, no estaba allí. Pero a los dos meses, el sacerdote recibió una llamada, comunicándole que no se había equivocado: acababan de localizar el cadáver del desaparecido entre unos matorrales, junto a una tapia del sanatorio. Al parecer, el hombre escaló el muro del hospital, pero una vez en lo alto, perdió el equilibrio y cayó. Estuvo inconsciente algún tiempo y poco después falleció como consecuencia del fuerte golpe.
En cierta ocasión, una persona se puso en contacto con Pilón para que localizara el paradero de un familiar con graves problemas psiquiátricos que se había escapado de un centro de salud mental en Ciempozuelos (Madrid). Empleando un mapa de España y su inseparable péndulo, localizó al enfermo en Zaragoza. Posteriormente, con un plano de la provincia dio con su paradero exacto: un domicilio de la capital del Ebro. Sus familiares se pusieron en contacto con el “fugado”, pero a los pocos días desapareció otra vez, por lo que el radiestesista repitió la operación, encontrándolo en el centro de salud mental de Ciempozuelos. Sin embargo, no estaba allí. Pero a los dos meses, el sacerdote recibió una llamada, comunicándole que no se había equivocado: acababan de localizar el cadáver del desaparecido entre unos matorrales, junto a una tapia del sanatorio. Al parecer, el hombre escaló el muro del hospital, pero una vez en lo alto, perdió el equilibrio y cayó. Estuvo inconsciente algún tiempo y poco después falleció como consecuencia del fuerte golpe.
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